La semilla con el potencial de un árbol está en ti. El resto lo tienes que hacer tú mismo. Tú eres el responsable de que crezca de cada semilla una planta fuerte y sana. Tú eres el jardinero y debes ocuparte de qué la sequía o la plaga no destruyan el brote tierno.
El creador te dio las mejores semillas, pero si no eres tierra fértil y no las cuidas y las conservas, no se pueden desarrollar, ni tendrán sus mejores capacidades.
Tus semillas están en la tierra fecunda de tu alma, cuídalas y guárdalas con esmero. Presta atención y cuidado a ellas, y protégelas de los comentarios mordaces de tu razón analítica y de las plagas y los consejos y comentarios de amigos, que son como una invasión de insaciables langostas. Consérvalas en silencio en tu corazón. Deja que las semillas crezcan lentamente y las cabras salvajes se echarán a descansar a la sombra de los árboles que salgan de ellas, en lugar de comérselas cuando todavía son un brote.
Haz que tus semillas enraícen profundamente nutriéndolas con mucho amor y fuerza de voluntad.
Echa un vistazo a tu vida: ¿qué tan buen jardinero has sido?
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