NARASIMHA, EL RUGIDO QUE DESPIERTA LA CONCIENCIA
- Daniel Tejeda Covarrubias
- hace 1 día
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La Tríada Sagrada: Brahma, Vishnu y Shiva
Las tradiciones de la India describen el universo como un ciclo vivo y pulsante en el que todo nace, se sostiene y finalmente se transforma. Ese ritmo cósmico se expresa en la Trimurti:
Brahma, el principio creador.
Vishnu, el protector y mantenedor del equilibrio.
Shiva, la fuerza transformadora que libera lo viejo para dar paso a lo nuevo.

No son “tres dioses separados”, sino tres funciones de la misma Realidad Suprema, actuando en la danza infinita del universo. Cuando el equilibrio (dharma) se pierde, Vishnu interviene y adopta formas específicas llamadas avatara, manifestaciones de luz que descienden a restaurar el orden divino.
Entre esos avataras, como Kurma, Varaha, Vamana, Rama o Krishna, existe uno que destaca por su intensidad espiritual, su fuerza arquetípica y su simbolismo profundo: NARASIMHA, el León-Hombre.
Su historia marca uno de los momentos más potentes de toda la literatura sagrada de la India.
Vishnu, el Protector del Dharma

Según los textos vaishnavas, especialmente el Bhagavata Purana, Vishnu encarna para equilibrar momentos críticos en la historia del mundo. Lo hace no desde la imposición, sino desde la compasión protectora que recuerda a todas las almas su origen divino.
El dharma, el orden natural, ético y espiritual, no es estático. Cuando una fuerza de oscuridad se vuelve demasiado dominante, Vishnu aparece en una nueva forma para restaurar el equilibrio. Cada avatara responde a un desafío distinto.
Y hubo un desafío tan extremo, tan imposible de resolver por medios ordinarios, que solo podía enfrentarse con una manifestación sin precedentes.
Ese fue el nacimiento de Narasimha.
La Historia Sagrada: El Rugido de Narasimha
(Basada en Bhagavata Purana, Canto 7)
En la antigüedad existió un poderoso asura (demonio) llamado Hiranyakashipu, un gobernante cuyo ego había alcanzado tal magnitud que desafió a los dioses, al cosmos y a toda noción de humildad espiritual. Su ambición era una sola: ser inmortal.
Para lograrlo realizó austeridades tan intensas que incluso los dioses temblaron. Al ver su determinación, Brahma apareció y le otorgó un deseo… pero no podía darle la inmortalidad. Así que Hiranyakashipu pidió una serie de condiciones imposibles, diseñadas para que él siguiera vivo. No podría matarlo:
Ni hombre, ni animal.
Ni adentro, ni afuera.
Ni de día, ni de noche.
Ni en tierra, ni en el aire.
Ni con arma creada por humano o de naturaleza divina.
Convencido de haber burlado a la muerte, se volvió tirano. Prohibió el nombre de Vishnu, castigó a quienes practicaban devoción y oprimió al mundo entero.
Pero su propio hijo, Prahlada, era un gran devoto de Vishnu.
El niño repetía el nombre del Señor con amor absoluto, incluso cuando su padre intentaba hacerlo renunciar. Más lejos llevaba Hiranyakashipu su ira, más profundo entraba Prahlada en la confianza y devoción a Vishnu.
Hasta que un día, enfurecido, el padre preguntó:
“¿Dónde está tu Vishnu?
¿Está acaso en esta columna?"
Prahlada respondió:
“Él está en todas partes.”
La Aparición de Narasimha: El Momento en que el Dharma Rompe la Oscuridad
Cuando Hiranyakashipu golpeó la columna con furia, no rompió piedra, rompió el velo entre mundos. Primero fue un estruendo, luego, un rugido que no parecía venir de afuera, sino de dentro de cada ser vivo, un llamado primitivo y divino al mismo tiempo.
La columna se resquebrajó y una luz dorada estalló hacia todos los planos. De esa luz surgió una figura imposible, una forma que ninguna mente podía anticipar, Narasimha.
Mitad hombre, mitad león.
Mitad razón, mitad divinidad.
Mitad forma, mitad fuego.
Su presencia era tan vasta que el tiempo pareció detenerse.

Y entonces se reveló la genialidad divina, cada una de las condiciones que “garantizaban” la invulnerabilidad de Hiranyakashipu fueron trascendidas, no violadas. Vishnu no rompió la ley cósmica, la reescribió desde un nivel superior de conciencia.
El demonio no podía morir ni de día ni de noche… Así que Narasimha apareció al crepúsculo, el punto donde el día y la noche dejan de existir como opuestos.
No podía morir ni adentro ni afuera… El Señor se manifestó en el umbral, en la frontera que no es ninguno de los dos.
No podía ser matado por hombre ni animal… Así que apareció como ambos y como ninguno.
No podía morir en tierra ni en el aire… Por eso Narasimha lo levantó y lo sujetó sobre su propio regazo, ese punto donde la gravedad pierde significado.
No podía morir por ningún arma… Las garras de Narasimha no son arma ni herramienta, son la energía viva del dharma, la verdad desgarrando la ignorancia.

Hiranyakashipu, aún convencido de su invencibilidad, se lanzó contra esa Luz rugiente. Pero lo que encontró no fue furia, fue justicia divina envuelta en compasión feroz. Narasimha lo sostuvo, lo inmovilizó y, en un acto tan simbólico como contundente, abrió su pecho, rompiendo la prisión del ego que había devorado el alma de Hiranyakashipu durante miles de años.
No fue asesinato.
No fue venganza.
Fue liberación.
Esa noche, con el cuerpo del demonio ya en silencio permanente y Prahlada en oración, el cosmos entero recordó que ninguna barrera creada por el ego puede superar la creatividad infinita del Ser.
La mente humana dice: “Esto es imposible. Aquí están mis límites.”
La Conciencia responde: “Tus límites son solo acuerdos que puedes trascender.”
Así como Narasimha encontró la grieta exacta entre todas las restricciones, el alma siempre encuentra un camino cuando la verdad es su guía. Porque la divinidad no rompe reglas, las trasciende desde adentro.

El Simbolismo Espiritual y Energético de Narasimha
Narasimha no es solo un mito, es una fuerza viva que existe en la conciencia humana.
a) El rugido que rompe la ilusión
En tradición espiritual, las “garras de Narasimha” representan la fuerza de la verdad que corta el autoengaño, la duda y el miedo.
b) El protector interior
Es la energía que se activa cuando el alma se encuentra en peligro emocional o espiritual. No destruye personas, destruye la ignorancia.
c) La unión de lo humano y lo divino
Mitad hombre, mitad león… Mitad razón, mitad instinto divino. Una síntesis que expresa nuestra verdadera naturaleza, espíritu con forma humana.
d) Compasión feroz
Narasimha no actúa desde la ira ordinaria. Actúa desde la compasión más profunda hacia la evolución del alma.
e) Fuego de purificación
En todas las imágenes tradicionales, su presencia está acompañada de fuego. El fuego simboliza:
claridad
dirección
disipación de la oscuridad
transformación energética
Narasimha y el Fuego de Manipura (Tercer Chakra)
Sin reducir toda la historia a un chakra, es imposible ignorar la resonancia que Narasimha tiene con Manipura, el centro del poder interior.
Este chakra rige:
la fuerza de voluntad
el coraje
la autodisciplina
el poder de decisión
la capacidad de actuar desde la verdad
Narasimha es la imagen perfecta del equilibrio entre fuerza y ternura, entre dirección firme y corazón consciente.
Cuando Manipura está en armonía, la persona:
sabe cuándo actuar
sabe cuándo hablar
sabe cuándo proteger
sabe cuándo retirarse
recuerda su dignidad divina sin caer en el ego
Narasimha es el fuego que enciende la valentía, pero nunca la violencia.
Leones Sagrados a Través de las Culturas
La figura del león ha aparecido en civilizaciones de todo el mundo como símbolo de poder espiritual:
Egipto
Sekhmet, la diosa leona, era protectora y sanadora. Su fuego devoraba la enfermedad y purificaba a los justos.
Sumeria y Mesopotamia
Los “hombres-león” aparecen como guardianes de templos, portadores de sabiduría y fuerza divina.
Grecia
El León de Nemea simbolizaba la fuerza indomable que solo podía ser vencida mediante una transformación del héroe.
China
Los leones guardianes (shishi) protegen los espacios sagrados desde hace siglos, representando vigilancia y poder espiritual.
India
Además de Narasimha, el león es el vahana (vehículo) de Durga, expresión del poder divino que protege a quienes caminan en la verdad.

Esta reiteración intercultural nos recuerda que el arquetipo del león espiritual es universal, un símbolo grabado en la memoria profunda de la humanidad.
Trabajo Práctico: Encender el Fuego Interior con Narasimha
A) Mantra recomendado (para escuchar o cantar suavemente):
Om Namo Bhagavate Narasimhaya “Me inclino ante la fuerza divina que destruye la ignorancia y protege el corazón.”
(Encuentra el enlace abajo, al final de la publicación).
B) Respiración del Fuego Suave (sin hiperventilar)
Inhala por la nariz en 4 tiempos.
Retén 2 tiempos con suavidad.
Exhala en 6 tiempos.
10 ciclos.
Esta respiración enciende el fuego interno, pero desde la calma, no desde la agresión.
C) Visualización breve (3 minutos)
Imagina un pequeño fuego dorado en el centro del abdomen. Ese fuego no quema, ilumina. Repite mentalmente:
“Mi fuerza nace del alma. Mi valentía brota del amor. Estoy protegido. Soy guiado. Estoy en mi propósito.”
D) Preguntas para la reflexión diaria
¿Qué parte de mi vida necesita claridad hoy?
¿Qué miedo estoy listo para liberar?
¿Dónde necesito poner un límite amoroso?
¿Qué acción pospongo por falta de confianza?
Narasimha no es solo un avatar. Es un recordatorio viviente del poder que existe en cada ser humano cuando recuerda su origen divino. Su fuego no destruye, revela. Su rugido no aterra, despierta. Su fuerza no oprime, protege.
Cuando cantas su mantra, cuando visualizas su luz o cuando simplemente recuerdas su historia, una parte profunda de ti, la parte que siempre supo quién eres, vuelve a encenderse.
Y desde ese fuego interior, la vida empieza a caminar contigo… más clara, más poderosa y más verdadera.
Anur, fuego del león dorado.
Esta canción es una llave sonora que despierta la fuerza interior dormida. Inspirada en la energía solar del plexo, Manipura chakra, y en la presencia del León Dorado, Anur, un Urmah, símbolo del poder que nace de la paz, este canto es un recordatorio de que el fuego no siempre destruye, también purifica, protege y revela la verdad.
Cuando el fuego interior está en equilibrio, irradiamos claridad, confianza y amor. Cuando se apaga, nos invade el miedo; cuando arde sin conciencia, nos quema la calma.
“Anur, fuego del león dorado” es un canto para encender ese sol interno sin herir, para recordar que el verdadero poder es silencioso, firme y luminoso.










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